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La violencia no se combate con violencia

  • Natalia Peralta
  • 23 mar 2017
  • 2 Min. de lectura

Un vehículo todoterreno atropella al menos a una docena de persona y se estrella contra el Parlamento británico en Londres. Sale un hombre del vehículo, se vuela la verja, apuñala a un policía y continúa su camino hasta que es abatido a balazos. El suceso deja cuatro muertos, entre ellos el policía y el agresor, y 20 heridos. Londres se estremece. Evacuan la zona, acordonan el edificio, todo está lleno de ambulancias y agentes de seguridad. El ataque es considerado un atentado terrorista.

La primera ministra británica, Theresa May, que horas antes había sido evacuada de emergencia, recibe mensajes de solidaridad y apoyo a las víctimas de los presidentes de Francia, Estados Unidos, Alemania y España.

También hay respuestas más contundentes. El primer ministro de Turquía, Binali Yildrim, habla de la necesidad de “combatir” el terrorismo. Marco Minitti, ministro de Interior italiano, convoca a los servicios de Inteligencia y fuerzas de Seguridad, para decidir cómo actuar.

Los países se ponen a la defensiva. Automáticamente se piensa en reforzar la seguridad en los aeropuertos, en endurecer las políticas migratorias, en cerrar fronteras, en armarse hasta los dientes contra el extranjero que viene a perturbar nuestra paz y nuestros valores.

Las comunidades musulmanas que residen (pacíficamente y desde hace mucho tiempo) en países occidentales, tiemblan al recordar los ataques islamófobos que se produjeron en diversos países luego del atentado contra la redacción de Charlie Hebdo. En medio de la histeria y el dolor, nadie recuerda que los atentados terroristas también son contra ellos.

Convertir el miedo y el dolor en odio al enemigo es la estrategia política más antigua y una de las más efectivas.

Después de un atentado, en nombre de la “seguridad nacional”, se suelen permitir políticas totalitarias, agresivas, discriminatorias y xenófobas.

Los ciudadanos exigen medidas contundentes, una reacción agresiva. Esperan ansiosos que se señale a un culpable para ir contra él con todas sus fuerzas. ¿Será Al Quaeda? ¿Será el Estado Islámico? Llega la respuesta: el autor del atentado en Londres es un ciudadano británico. Plot twist.

¿Cuál será la reacción ahora? ¿Se armaran los demás países occidentales para protegerse de la amenaza terrorista británica? ¿Alguna nación invadirá al Reino Unido para garantizar la paz mundial, como lo hacen en países de amenaza terrorista islámica? ¿Hacia quien se dirigirá ahora el miedo y el dolor que han convertido en odio?

Hace falta una gran voluntad para no combatir la violencia en más violencia. Hace falta grandeza para recordar que cuando se dispara a ciegas contra un enemigo, la bala termina matando a inocentes. Hace falta mucha convicción para cerrar los ojos, apretar los dientes luego de una ofensa y pensar “somos gente de paz”.

Como dice el poeta argentino Miguel Abuelo:

“Se acercan tiempos díficiles, amar es urgente”.


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